sábado, 8 de octubre de 2011

Ojos Asesinos III

III. Aventuras Placenteras.

    Agosto, 4. Alan ya me llama por mi nombre, habíamos dejado atrás el hecho de arrebatarnos las palabras sin sentido y progresábamos en algo más que compañerismo. Para entonces, ya me encontraba un poco más adiestrado en manejar diferentes tipos de armas, desde un arma de calibre grueso, hasta usar un “tierno e indefenso” lapicero, parecía una broma de verdad, un arma muy extraña para ser honestos. Un tipo de defensa personal y diferentes tipos de técnicas: sucias, detestables y ventajosas para ganar en una confrontación física. Me recupere totalmente del accidente ocurrido meses atrás. De nuevo en la sala; solo que con algunos cambios, como el de observar aquel viejo televisor a colores. Disfrutando de comida chatarra.

- ¿Cómo haces para soportarlo? – Él lo entendió. Ahora era y pasaba como si nos leyéramos mutuamente la mente. Yo, insinuando el cómo soportaba el cruel acto de asesinar. De ser un asesino.

- Devoción. – rio, como recordando vagamente algo.

- ¿De qué te ríes? – le espete serio.

- Solo, recordaba…

- ¿A si? Que gran noticia. – farfulle solo por rellenar el espacio.

De pronto y repentinamente, su instinto cambio y me observo con esa mirada que ya se me hacía común en él, cada vez que bromeaba sobre algo. Vi venir lo que parecía otra de sus pesadas bromas.

- Lindos ojos…

La forma en que lo dijo, me provoco un atragantamiento feroz; las rosetas de maíz salieron volando como proyectiles unidos al jugo que escupí por la nariz. Un largo escalofrió me recorría de pies a cabeza.

- ¿A qué viene eso?

- ¿Por qué te sonrojas? – señalo con un dedo en dirección mía.

- Yo… ¡YO NO ESTOY!

- Claro que si – ni siquiera me dejo terminar, sino que fue directo a juguetear con una de mis orejas. Lo único que se me ocurrió fue moverme hacia el extremo opuesto del sillón y mostrarme extrañado.

- ¿Qué? – se mostró suspicaz.

- ¿Qué demonios te sucede, Alan?

- Oh vaya, es que no pude evitarlo…

Se acomodó nuevamente, como si nada hubiese ocurrido; ingiriendo galleta tras galleta. Creí que las incomodidades habían salido ya de la partida, cuando salto de pronto, apresando todo mi cuerpo de improvisto. Tirando consigo toda clase de chucherías al piso. Apenas me disponía a engullirme un cacahuate cuando cayó sobre mí: haciendo un acercamiento hacia mi boca. Cabe decir que el cacahuate fue a caer entre mis piernas. Tomándome fuertemente por la cintura.

- Me debes una cosa – susurro entre los dientes. Lacara y el abdomen me ardían. Escalofríos aporreaban a todo mi patético ser.

- ¡No es cierto! – creí que se refería a una apuesta realizada días atrás y misma que ya había saldado – Te pague completos los $375 dólares ¡No…!

- Olvidaste dejarme verte desnudo ¡haz memoria…!

- ¡…!

- ¿¡Lo recuerdas, verdad!? Pues este es el momento.

- ¿Eh? – en realidad estaba pasmado, no sabía que decir, ni que hacer; creía ciegamente que lo había olvidado, que quizás aquel día bromeara. Él, por su parte, dirigió una de sus manos hacia mi bragueta y la abrió de un tirón. Intente negarme, pero rápidamente tomo posesión de mi sexo, fue inútil evitarlo. Sonrió victorioso, temblaba con emoción. Sus dedos deslizándose sobre mi piel: gemí… Las sensaciones eran imperdonables, me enloquecían cada vez más, comenzaba a rebasar mis límites de aguante. Gemí aún más…

- Eres tan patético… desde un principio lo supe.

- ¿El… el que? ¡ah! ¡aah! – estaba tan excitado que me hacían falta las palabras.

- Que yo te atraigo

- ¡No es…! ¡aah! – cerré los ojos con fuerza, iba a venirme si él no se detenía.

- Claro que si – susurro a mi oído, mientras comenzaba a desnudarme con su grandes y sedosas manos. Me resistí de nuevo, más con su gran fuerza desgarro parte de mi ropaje: pronto me vi sometido ante él.

- Noo… ¡espera! ¡ha! ¡No lo soporto!

- Ya lo sé – inquirió tranquilo, despojándome de la última pieza que cubría parte de mi piel.

Después, tiro de mis muslos abriéndome ambas piernas, rozándolo con suavidad, la parte detrás de los testículos. Imposible tolerarlo: el semen se derramo por doquier…

- Quiero. No, ¡Deseo mi parte sobre ti! – reclamo. 

Y fue entonces cuando arrodille mi cuerpo resignado. Se pegó a mi ser; Hundiendo su miembro entre mis carnes, sin dar tiempo a que reclamase…

Dolor. La primera experiencia que me hizo derramar un par de lágrimas y, después, solo jadeos entre las idas y venidas: mi miembro se endureció.

- Eres lindo – murmuro enaltecido, mientras oprimía con sus garras mi sexo. Salió abruptamente y tiro de mi pelo con dureza.

- ¡Aght!

- ¡Lubrícalo! – ordenó, recuerdo que las manos me temblaban al igual que las piernas cuando lo lamí y comencé a lamerlo más y más, ya no podía ocultar este sentimiento, incapaz de alejarme de su presencia, ensalivaba con desesperación cada diminuta parte del mismo…

- Muy bien – aclaro acariciándome el rostro.

Tirándome con violencia hacia el piso. Apretando con fuerza y, penetrando de nuevo con una furia desenfrenada…

- Demonios, Chris… - mi nombre pronunciado por sus labios me excito aún más, mordiendo mi oreja e inmortalizando aquel día. No quería que acabara. Sin embargo, el teléfono comenzó a llamar su atención… deteniéndolo.

Me acosté sobre el frio mármol tras una pausa.

- Ahora vuelvo… “gatito” – se marchó deslizando su mirada por mi lacerado cuerpo entumido.

Y regreso minutos después. Notando algo raro, me sobresalte al darme cuenta que regresaba con un tipejo extraño. Vestía de negro, alto, robusto, con innumerables collares y pulseras con aceros punzocortantes. Un tatuaje de un halcón negro se dibujaba en su brazo izquierdo, de ojos grises, mostrando el recién corte rasurado y con algunos aretes que saltaban relucientes entre su cara…

Me avergoncé e intente cubrirme con algo. Pero él me lo impidió. Alan me aprisiono de nuevo.

- ¡Déjame! –le reproche.

- Julius Hamppergank. Tengo el honor de presentarte a “Mi gatito gris”…

- ¡¿Qué?! –dije al tiempo en el que se dibujaba una sonrisa maléfica en el desconocido...

- Te pagare en cuanto termines la operación…

- ¡¿Qué operación?! – exclame asustado.

Ninguno de los dos me daba respuestas. Lo único que obtuve fue un nuevo ataque desenfrenado. Alan y yo. Nuestros corazones se volvieron a reconectar. Gemía avergonzado. Era la primera vez que lo hacía, y, frente a un desconocido. Lo odie, quería hacerlo con todas mis fuerzas, pero creo que no con las suficientes, para así no tener que dejar de amarlo.

Sus fríos dedos se deslizaron por mi columna tras otra penetración; gotas de un sudor frio me mojaban el rostro. Escalofríos.

- Quiero que quede justo aquí… - señalo deteniendo mis manos cerca de mi nuca.

Encendieron los aparatos al compás de más gemidos. Alan era insaciable, y yo, poseído hasta el más minúsculo átomo de mi ser. Y entonces comenzó la tortura, comenzó en cuanto sentí el filo punzocortante del acero. Así que, grite adolorido mientras mi captor me sostenía fuertemente y el agresor desconocido deletreaba largamente sobre la piel…

Al cabo de un rato, la “operación” ceso… Me convertí en esclavo. Termine con el nombre del propietario al que pertenecía grabado suntuosamente sobre el dorso de la espalda.

- Bienvenido a “la camada” – agrego Julius serenamente, cual si aquello fuese la cosa más natural del mundo.
Me sonroje mientras Alan deslizaba con sus labios mi torturado cuello, manoseándome aquí y allá…

Días después, fui presentado formalmente al jefe de “mi amo”. Fui presentado como un aspirante más, al puesto de “Sicario”. Y ahí estaba Julius, “un agente de elite” al igual que Alan; uno de los pocos que se había ganado aquel título de nobleza, a los que supuestamente todos los demás debíamos aspirar a superarlos y reemplazarlos quizás, en algún lejano futuro. Figuraban dentro de aquel grupo de elite, 7 sobrenombres famosos. Alan tenía largo historial al lado de todos ellos, pero también cada uno poseía a sus aprendices. Y ahora entendía perfectamente la tranquilidad de Julius… pues resultaba que yo era el aprendiz número cinco por adiestrar, denominado patéticamente “gatito gris” por mi amo, aunque francamente mi nombre fuera otro, desconocido, incluso para el que sería mi amo por aquel entonces…



_________________________________
y la historia continuara..... jaja

1 comentario:

  1. Esa apuesta de la desnudez me recordó a una que hizo Kamijo con tres componentes de los Malice (Kami, Yu-ki y Közi) los cuales dejaron en pelota picada a Kamijo frente a Mana y a Gackt.

    Gackt contó la anécdota hace unos meses, mientras Kamijo se sonrojaba más y más... sin saber donde meterse. Y es que a veces no puedes jugar al poker, ni apostar cosas así... si pierdes pierdes.

    Lamento que Dark City te abrumara, pero era algo que debía hacer. En realidad no iba a matar a Beauty, tenía planeado que se enamorara de él y de esa forma acabar bien. Pero mi ex deseó llevar en rol a Beauty y me jodió al personaje, con lo cual decidí destrozar a ese personaje de igual modo que ella me destrozó a mí.

    Beauty estaba pensada para ser más sensual, más explosiva, aunque sin pretenderlo. Ella nunca jamás supo llevarla, accedí y no sé como a que destrozara la imagen mental que había hecho de ella... ni siquiera dio en el clavo con la elección del avatar... pero esa es ya otra historia.

    Espero que tu sobrino esté perfecto. ¡Amo a los niños! me pasa como Yoshiki... aunque yo dudo poder ser padre.


    Espero que tengas buen día.

    ResponderEliminar